Todos sabemos los problemas que pueden generar los neumáticos deteriorados. No solo provocan que el rendimiento del coche sea peor y dañan su mecánica, sino algo mucho más peligroso: pueden causarnos un accidente.
Entre las averías más habituales de los mismos, se encuentra el llamado neumático con hernia.
Se produce cuando aparece en la parte externa del neumático una protuberancia, un bulto. Las causas más frecuentes son que pasemos violentamente por encima de un bache o de un objeto en la carretera, que comprimamos la rueda con el bordillo de la acera al aparcar o una presión habitualmente baja de la misma. Al suceder alguna de estas cosas, las fibras internas del neumático ceden y, si seguimos rodando, pueden llegar a romperse llevando al estallido de la rueda.
En efecto, aunque esa hernia no supone, en principio, pérdida de aire, esta acabará sucediendo. De continuar rodando, ese bulto producirá desgaste del neumático y este acabará reventando. Es un problema, por tanto, más serio que un simple pinchazo y, a diferencia de este, no tiene arreglo. La única solución es cambiar el neumático antes de que se estropee más.
No obstante, hay una serie de pautas que podemos seguir para evitar esas hernias. En primer lugar, revisar el inflado de las ruedas, procurando llevarlas en su justa medida. Así mismo, a la hora de estacionar, conviene dejar unos centímetros entre los neumáticos y el bordillo de la acera. Y, finalmente, conducir de manera prudente para evitar baches que podemos encontrar repentinamente en nuestros recorridos.
En conclusión, los neumáticos deteriorados son un serio peligro cuando circulamos por carretera. La hernia de uno de ellos puede llevar a que el neumático estalle, esto puede derivar en una pérdida del control provocando un accidente. Por eso, conviene que revisemos las ruedas con frecuencia y, si detectamos algún bulto extraño, cambiemos el neumático antes de que se estropee más.